Calor

Él estaba encima de ella. Desnudos los dos. La intensa respiración se estaba calmando muuy lentamente.
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-¿Sabes Alex? -preguntó Blanca.

-Evidentemente no... -él sonrió.

-Tengo mucho, mucho, mucho, mucho calor... -rió.

-Bueno... entonces si quieres, yo podría soplarte suavemente el cuello hasta que se pase ese calor...

-Si bueno es una opción...

-Tengo más si quieres escucharlas... -dijo él en un tono picarón.

-Claro... -contestó ella con una sonrisa dulce.

-Podría conseguir un hielo y recorrer toda tu espalda dejando que se derrita... lentamente... y ver como resbalan las gotas por tu cuerpo... -y después le dio un dulce beso. Cuando sus bocas se separaron, Blanca seguía sonriendo.

-Tal vez... digo yo ¿eh? Deberías quitarte de encima... vestirnos... e irnos a ese viaje... que además estoy un poco cansada...

-Tienes razón, se nos ha ido todo un día entre unas cosas y otras... Vamos -se separó de ella y se puso en pie.

Ambos empezaron a vestirse. Se miraban. Sonreían. Se lanzaban besos. Se querían. Era un amor prohíbido gritado al viento de aquel bosque y todos sus componentes.

Se calzaron. Se dieron la mano, un gran beso y se encaminaron hacia el coche.

-Oh, Blanca... ahí hay un papel espera...

-¡NO, ESPERA!

-Vale... -dijo Alex algo extrañado.

-Yo lo digo por tú bien, que los hombres mayores no pueden agacharse... -ella sonrió.

-Un poco perra eres tú, princesa... Anda ve... -sonrió.

Blanca corrió hacia donde estaba el papel... Lo cogió, lo leyó y sonrió. Con cuidado se lo guardó en el bolsillo y dejó en su lugar un ticket.

-¿Qué era?

-Un ticket.

-Ah, bueno... ¿Vamos a tu sorpresa?

-Vamos.

Y los dos caminaban de la mano. Tranquilos. Sonriendo. Pero Blanca, en ese momento, con la mano que tenía libre, tocó el bolsillo donde había guardado el papel y sonrió.

Sólo aquella hierba, sabía lo que ponía en ese papel.

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