7.12.09

Red blood.

Rota en el pasillo del vagón número 8, se desangraba. El jersey estaba empapado en sangre. Con la caida, el jersey dejó de acariciar el pálido y manchado brazo. Aquel corte, del que no paraba de brotar sangre, era la salida de muchas penas que la pequeña princesa tenía en el interior. Aquel corte, del que no paraba de brotar sangre, era la entrada de muchos recuerdos que no paraban de alimentar las visiones de Blanca. Un fino hilo de sangre enhebraba las marcas de pisadas que había en el pasillo. Aquel fino hilo de sangre, perteneciente a la pequeña Blanca, enhebraba cada uno de los cabos sueltos que suponía su huída lejos de aquella ciudad.
La sangre era roja. No granate. Roja.

"Rojos son mis labios. Rojo es mi vestido. Rojos son mis zapatos. Rojo es nuestro odio. Rojo es aquel coche. Rojos son los sentimientos. Rojo es sueño. Rojo es nuestro color. Roja es tu cartera. Roja es nuestra idiotez. Rojas son nuestras paredes. Roja es tu pupila. Roja es la avaricia. Rojas son las canciones. Rojo es contar hasta ocho. Rojo es morder una naranja. Rojos son los susurros. Rojo es el arañazo de tu brazo. Roja es la marca en tu piel. Rojas son las estrellas. Rojo es el rizo más rizado. Rojas son las aceras. Rojas son nuestras miradas. Rojos son nuestros momentos. Roja es mi sangre. Crucemos siempre en rojo, por favor".

Con tinta roja, Blanca escribió eso hacía apenas 3 días, y ahora parecía cobrar sentido en su vida la palabra "rojo".
Roja era la sangre que empeza a teñir aquel pasillo por el que miles de personas habían manchado, de una manera transparente, la moqueta de aquel tren. Roja era la sangre de Blanca. Roja. En su vagón, no había ningún médico, pero sí en el vagón número 2. El médico corría, al igual que la sangre de la princesa de rizos.
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1 comentario:

Gustavo Aguilar Alterno Espiraaaal dijo...

Rojo el color de la desgracia y del amor, por eso van tan ligados creo yo